Short Stories
The Pleasures of Hackney Road
In 2020, I published ‘The Pleasures of Hackney Road: Five Tales of Wildness, a hand-written art book, featuring my stories and illustrations about living in London. It’s currently sold in numerous bookstores and available in English and Spanish. Here’s an excerpt of one of the stories:
Party Time on Hackney Road
There used to be a bar on Hackney Road where everyone kissed and danced: locals, visitors, queer, straight, and the enigmatic. My friends and I were dancing to an 80's pop song when we met a handsome young man who looked like a 19th-century poet. (Please close your eyes and imagine an 19th-century poet swaying to Madonna.) We conversed next to four gyrating Danish men. The poet asked if I knew of another party, as the hour was getting late.
'Come over for a drink. I live a few minutes away,' I told him.
'Can I bring my friends?' he asked, gesturing towards some skinny guys with long hair.
'Sure, but only a few.'
When my friends and I arrived at my flat above the Chinese take-away restaurant, there was already a small line of French male models waiting to get into my house. How exciting! They didn't know I lived in a tiny studio with a freestanding shower next to the bed. If there wasn't room for everyone surely they could continue the revelry in the narrow, carpeted stairwell that linked the flats.
The party was packed. Bodies danced between my sparse furniture while others clutched drinks next to the clothes rail by the stove. We had to push my mattress up against the wall to make space to play Twister. Suddenly, two of the models tore off all of their clothes.
'Okay, that's too much,' my Swedish friend commented, averting his gaze from their dangling appendages. The models put some of their clothes back on. We played Twister. A few people went to have sex on the stairs. 'No smoking!' I shouted.
The next day I woke up on my mattress, newly islanded in the center of the room. The pink curtains that my mother had sewn for me were on the floor and the furniture had been rearranged. There were cairns of beer bottles in different corners, trail markers to oblivion. Next to the wood desk, there was a naked man with a moustache passed out on the scratchy brown carpeting. I looked at my phone and saw numerous messages from my new boss and a text from my neighbour:
'Just so you know, my mother's visiting this week. She said she heard some commotion on the stairs this morning...'
Tiempos de Fiesta en Hackney Road
Solía haber un bar en Hackney Road donde todo el mundo se besaba y bailaba: locales, visitantes, heteros y queer, y una variedad de jeurguistas. Mis amigos y yo bailábamos una canción de pop ochentero cuando conocimos a un apuesto joven que parecía un poeta del siglo XVIII. (Ahora cierra los ojos e imagina a un poeta del siglo XVIII balanceándose con Madonna de fondo). Conversamos junto a cuatro tipos daneses que no paraban de girar sobre sí mismos. El poeta me preguntó si sabía de alguna otra fiesta, porque se nos estaba haciendo tarde.
'Puedes venir a tomar una copa. Vivo a un par de minutos', le dije.
'¿Puedo traer a mis amigos?' preguntó. Hizo un gesto hacia unos tipos flacos de pelo largo.
'Claro, pero solo unos cuantos.'
Cuando mis amigos y yo llegamos a mi apartamento, que estaba sobre un restaurante chino de comida para llevar, ya había una pequeña fila de modelos franceses que esperaban para subir a mi casa... ¡Interesante! No tenían ni idea de que vivía en un estudio pequeño con la ducha de pie al lado de la cama. Si no entrábamos todos, seguro que podían seguir la juerga en la estrecha escalera alfombrada que unía los pisos.
La fiesta estaba llena. Los cuerpos bailaban entre mis pocos muebles mientras otros bebían junto a la barra de ropa al lado del horno. Tuvimos que empujar mi colchón contra la pared para tener el espacio suficiente para jugar al Twister. De repente, dos de los modelos se arrancaron la ropa.
'OK, esto es demasiado", comentó mi amigo sueco, mientras desviaba la mirada de sus apéndices colgantes. Los modelos se volvieron a vestir un poco. Jugamos al Twister. Algunos se fueron a tener sexo en la escalera. '¡No Fuméis!' Les dije.
Al día siguiente me desperté en mi colchón, ya recolocado en el centro de la habitación. Las cortinas rosas cosidas por mi madre estaban en el suelo y los muebles habían sido reorganizados. Había un montón de botellas de cerveza en diferentes rincones, marcando el camino hacia el olvido. Al lado del escritorio, había un hombre con bigote, desnudo y dormiendo sobre la áspera alfombra de color marrón. Miré mi teléfono; había un montón de mensajes de mi jefe y uno de mi vecino:
‘Solo para que lo sepas, mi madre está de visita esta semana. Me dice que esta mañana ha escuchado algo de jaleo en las escaleras…’